lunes, 30 de mayo de 2011

Los días negros de la prensa


El miércoles 11 de mayo el periodista César Lévano, director del diario La Primera, recibió una corona funeraria con el mensaje QEPD (que en paz descanse) en la puerta del periódico. El mensaje era claro: querían intimidarlo.

El hecho me produjo pavor. Primero, porque se vino a mi mente el recuerdo del grupo Colina, el equipo paramilitar que operó durante el gobierno de Alberto Fujimori y que tuvo entre sus prácticas de amedrentamiento el envío de arreglos florales funerarios a los opositores del régimen. Y segundo, porque esta práctica confirmaba, una vez más, que el ejercicio del periodismo en Perú está empañado por censuras y amenazas.

Los días negros para la libertad de prensa empezaron el 11 de abril, un día después de la votación de la primera vuelta electoral en los comicios presidenciales peruanos, cuando los medios decidieron tomar partido por uno de los candidatos que este 5 de junio disputan la presidencia.

La mayoría de medios apostó para favorecer a Fujimori, hija del ex mandatario Alberto Fujimori, quien purga 25 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad. El otro candidato, Ollanta Humala, pasó a ser el blanco de una campaña mediática de destrucción.

Los días que siguieron han sido intensos en todo sentido. Dos periodistas de Canal N, Patricia Montero y José Jara fueron despedidos por negarse a apoyar la candidatura de Keiko Fujimori. En Trujillo el periodista Yuri Castro Sánchez, de radio Diplomat, también fue despedido tras cuestionar el plan de gobierno de Fuerza 2011, partido de la candidata Fujimori. La censura empezó a extenderse a muchas redacciones, programas de televisión y espacios radiales.

Las renuncias no se hicieron esperar. En Huancayo, José Soriano Marín dejó el programa dominical Parada 4, de América TV, luego de que la producción del programa censurara su reportaje sobre el documental La Cantuta, en la Boca del Diablo, porque afectaba la candidatura de Keiko Fujimori. Hace unos días, conversé con una reportera de la filial de América TV en Huancayo y me confirmó la censura del reportaje de Soriano. Es más, me explicó que la censura se debió a las declaraciones que hacía uno de los entrevistados en el reportaje.

En el diario Perú.21 ha habido por lo menos tres renuncias en la sección política. Oscar Miranda, Emilio Camacho y Daniel Yovera se fueron cuando el periódico tomó una línea completamente 'naranja', color que caracteriza al partido Fuerza 2011 de la candidata Fujimori. Lejos quedaron los días en que Perú.21 -diario en el que trabajé hasta hace dos años- se caracterizaba por ser un medio plural, abierto a todas las manifestaciones políticas y que se preocupaba por informar solo con la verdad.

Una ambiente sombrío se ha instalado en los medios. Solo unos pocos han salido librados de la ráfaga de censuras, parcialización y propaganda que ha significado esta segunda vuelta electoral en Perú. La carta de renuncia del escritor peruano Mario Vargas Llosa -el único Premio Nobel de Literatura que tiene el Perú- al diario El Comercio, donde publicaba una columna semanal, describe muy bien lo que está pasando en este grupo mediático, el más grande del país. Y si bien esta carta estuvo dirigida a El Comercio, sus palabras se pueden aplicar a muchos otros medios peruanos.

"Desde que un puñado de accionistas, encabezados por la señora Martha Meier Miró Quesada, tomó el control de ese diario (El Comercio) y del grupo de canales de televisión y periódicos de que es propietario, el periódico se ha convertido en una máquina propagandística de la candidatura de Keiko Fujimori que, en su afán de impedir por todos los medios la victoria de Ollanta Humala, viola a diario las más elementales nociones de la objetividad y de la ética periodísticas: silencia y manipula la información, deforma los hechos, abre sus páginas a las mentiras y calumnias que puedan dañar al adversario a la vez que en todo el grupo de medios se despide o intimida a los periodistas independientes, y se recurre a las insidias y golpes bajos de los peores pasquines que viven del amarillismo y del escándalo. No puedo permitir que mi columna Piedra de toque siga apareciendo en esa caricatura de lo que debe ser un órgano de expresión genuinamente libre, pluralista y democrático", escribió en su carta de renuncia enviada a Francisco Miró Quesada, del diario.

¿Qué está pasando en Perú? ¿Es esto un retorno a la década del 90, cuándo la prensa estaba literalmente comprada? ¿Porqué los periódicos, y los programas periodisticos de radio y de televisión hacen propaganda política en lugar de informar? ¿Porqué no hay reparos en publicar denuncias falsas en estos medios? El periodismo y los periodistas en Perú han perdido respeto por su profesión? ¿O se trata de una decisión netamente económica y, por tanto, prima la libertad de empresa sobre la libertad de prensa?

Me temo que los empresarios mediáticos están muy lejos de entender el significado de hacer buen periodismo. Quizá ninguno ha leído o escuchado a Javier Darío Restrepo -experto en ética periodística de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano- cuando dice que "si un medio de comunicación pone al servicio de una candidatura todas sus páginas se convierte en un boletín de propaganda".

La campaña electoral ya termina, pero el daño que se han hecho los medios a sí mismos quedará en la memoria, como todavía queda en la memoria de muchos peruanos, sobre todo periodistas, los cerros de billetes que entregaba Vladimiro Montesinos -el asesor principal de Alberto Fujimori durante su gobierno- a los dueños de medios para asegurar la línea editorial a favor del régimen. Difícilmente creeremos ahora que no hubo tratos bajo la mesa.

Peor aún, difícilmente volveremos a confiar en esos medios que se esforzaron por empañar la verdad periodística con desinformación, que publicaron denuncias falsas en sus primeras planas, que pusieron todo su empeño por inclinar la balanza hacia el candidato de su preferencia.

La amenaza a César Lévano me llevó a crear una página en Facebook para reclamar por la libertad de prensa. Porque, a diferencia de la década del 90, ahora podemos acudir al Internet, a la Web 2.0, y a las redes sociales para publicar aquello que no tiene espacio en los medios llamados tradicionales, para desmentir denuncias falsas, para enfrentar la parcialización mediática y para defender los principios del buen periodismo.






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